Cadáver
Foto: Antonio Mas Morales
Me sentaré junto al diluvio intangible que rueda a lo lejos en los rieles de un tren añejo, me sentaré intangible y le contaré las casualidades que han hecho de mi vida un nudo difícil de liberar.Terminaron los riesgos, porque nunca hubo metas por alcanzar.
De estas contingencias se resuelve que hay gente que jamás llega a ser de uno, más bien nunca, aunque le aten el mentado aro en el anular, aunque le firmen veintiséis mil documentos que le garantizan un estado civil, aunque no falte ni una noche a la cita de cama.
El tifón llegó con mucha fuerza, arrastró consigo los pedazos de otro anterior, esta vez no hubo nada en pie y nada quedó con vida. Agradezco ser un cadáver, ahora me abrazo a mi misma y con los jirones de cielo que se desprendieron, he construido mi propio sepulcro.
Dejé de ser glotona con mi valentía y la guardé en un costurero que lleva años conmigo más por recuerdo que por la utilidad que tiene. Recuerdo cuando remendé todos los caprichos, cuando lo mojaba todo, cuando me sorbía las mañanas en un café dulce y aromático, cuando las tardes pudieron ser de vino blanco y quesos tibios.
Los cadáveres no se alimentan, no son insaciables y mucho menos intemperantes.
Duermen, ocultos, invisibles, con la fragilidad de su peso, vulnerables al peso de la tierra que sostienen.
No están… son invisibles.
Comentarios