Diez consejos con los que el escritor colombiano García Márquez nos enseña a construir un cuento:
1. Cuenta un cuento que te gustaría leer
Cuando quiero escribir algo es porque siento
que eso merece ser contado. Más aún, cuando escribo un cuento es porque a mí me
gustaría leerlo. “Gabriel García Márquez”. 7 Voces, 1972.
2. Escríbelo como si vaciaras en concreto…
Escribir cuentos es como vaciar en concreto;
si el concreto no fragua se jodió y tienes que empezar otra vez, tiene que ser
todo junto y de una vez. En cambio, escribir novelas es como pegar ladrillos;
si este muro no salió, tiras el muro y lo rehaces, corres la puerta para allá,
etc. En el cuento esto no se puede hacer. El cuento sale de una vez o no sale.
El cuento se concibe de una vez completo y redondo, y si no es así no sirve, ya
no vas a encontrar cómo remendarlo y cómo terminarlo. En el momento en que
concibes el cuento lo tienes listo, íntegro. En cambio, en la novela puedes
partir de una idea o de una imagen y seguir dándole vueltas, inclusive
trabajarla en la máquina, construirla en la máquina.
“Estoy tan metido
en la política que siento nostalgia de la literatura”. El Viejo Topo, 1979.
3. Piensa que la estructura va primero
Una vez que se
llega a tener la estructura completa de una historia, en ese justo punto es
desde donde se puede escribir un cuento, un guion, una obra de teatro o una
pieza para la televisión.
“Inventar el mundo
es lo más maravilloso que hay”.
Un paseo con García
Márquez, diciembre de 1987.
4. Lee a Hemingway
A Hemingway lo he
considerado como un maestro de la técnica literaria, en el sentido de que
leyendo sus obras se aprende a contar. Siempre he dicho que los novelistas a
diferencia de los demás profesionales leemos las novelas para saber cómo están
escritas. Nosotros leemos la novela, la volteamos, la ponemos al revés, ponemos
los tornillos, todas las piezas sobre la mesa, y cuando sabemos cómo está ya no
nos interesa más. Con Hemingway me ha sucedido lo mismo. He leído todas las
obras de Hemingway. Prácticamente las he desmontado pieza por pieza para saber
cómo están escritas, y en ese sentido puede que haya una influencia. Esa
influencia que puede haber es la única identidad con él, el único parecido. De
todas maneras, le tengo una gran admiración. Es un gran escritor, sobre todo un
gran cuentista. A mí la novela de Hemingway no me llama mucho la atención, pero
en el cuento llega a la perfección. Él tiene el cuento «La breve vida feliz de
Francis Macomber», que es uno de los más perfectos que se han escrito.
“García Márquez: el gallo no es más que el
gallo”. Pluma, abril de 1985.
5. Mantén la intensidad y la unidad
La intensidad y la
unidad interna son esenciales en un cuento y no tanto en la novela, que por
fortuna tiene otros recursos para convencer. Por lo mismo, cuando uno acaba de
leer un cuento puede imaginarse lo que se le ocurra del antes y el después, y
todo eso seguirá siendo parte de la materia y la magia de lo que leyó. La
novela, en cambio, debe llevar todo dentro. Podría decirse, sin tirar la
toalla, que la diferencia en última instancia podría ser tan subjetiva como
tantas bellezas de la vida real. Buenos ejemplos de cuentos compactos e
intensos son dos joyas del género, “La pata de mono”, de W.W. Jacobs, y “El
hombre en la calle”, de Georges Simenon.
El amante
inconcluso y otros textos de prensa.
Cambio, julio de
2000.
6. ¿Leíste a
Hemingway? Pon en práctica sus consejos
Un cuento, como el iceberg, debe estar
sustentado en la parte que no se ve: en el estudio, la reflexión, el material
reunido y no utilizado directamente en la historia. Sí, Hemingway le enseña a
uno muchas cosas, inclusive a saber cómo un gato dobla una esquina.
El olor de la
guayaba, 1982.
7. Recuerda: el
cuento es una incorporación a la vida cotidiana
El cuento parece
ser el género natural de la humanidad por su incorporación espontánea a la vida
cotidiana. Tal vez lo inventó sin saberlo el primer hombre de las cavernas que
salió a cazar una tarde y no regresó hasta el día siguiente con la excusa de
haber librado un combate a muerte con una fiera enloquecida por el hambre. En
cambio, lo que hizo su mujer cuando se dio cuenta de que el heroísmo de su
hombre no era más que un cuento chino pudo ser la primera y quizás la novela
más larga de la era de piedra.
El amante
inconcluso y otros textos de prensa. Cambio,
julio de 2000.
8. Además, nace
intacto…
El cuento surge de un episodio, de una frase.
Se me ocurre completo. Hay cuentos que tengo en la cabeza y los reviso
periódicamente. Yo preferiría contar cuentos en los salones y no tener que
escribirlos.
“Gabriel García
Márquez: el machismo es la desgracia de la humanidad”.
Conversaciones con
9 creadores, junio de 1981.
9. Y también le
sirve a los novelistas
Empezar una obra es
más difícil. Siempre es más difícil empezar cada capítulo. Por eso es muy bueno
escribir cuentos. Escribir cuentos tiene la ventaja de que no hay que empezar
sino una vez. En la novela, cada vez que se termina un capítulo, el día que se
va a empezar otro es terrorífico. Siempre tengo la impresión de que la novela
se va a quedar ahí. No va a seguir. Porque empezar cada capítulo es muy
difícil.
“García Márquez: el gallo no es más que el
gallo”. Pluma, abril de 1985.
10. Finalmente: no
olvides que el orden de los cuentos en un libro de cuentos sí importa
Cuando reúno
cuentos en un libro su orden es fundamental para mí. Yo escribo un libro de
cuentos, no reúno cuentos para hacer un libro. Sé cuál es el orden, y no me
refiero al orden cronológico en que fueron escritos, sino al orden de
publicación, la secuencia de la lectura. Alterar ese orden es, para mí, como
alterar los capítulos de una novela.
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