Agotada la circunstancia
Se resisten a seguir caminando. Debo confesar que detesto
caminar por gusto, nunca presumí de atleta. Me hubiera gustado hacerme promesas
de ganar medallas tributo a la agilidad corporal, pero contrario a esto,
siempre huí de mis clases de gimnasia. Por eso mis pies parecen hablarme cuando
he caminado mucho. En cada pisada me reclaman la posibilidad perdida de haber
llegado antes, y relajados, a algún destino en vehículo automotor de cualquier
tipo.
El dolor casi siempre tiene un propósito desconocido En este
caso, recordarme que poseo eso que duele y que sirve de herramienta para
trasladarme.
En la actividad de hoy había un hombre mayor, con gran
capacidad de intervención, intelecto, y de cierta forma proyectaba un estado de
ánimo proactivo. Era minusválido.
Me duelen mis pies. Y aprecio este dolor de hoy porque tengo
memoria afortunadamente. Eso me recuerda la gratitud por tenerlos, sanos, aun
activos aunque desfallezcan esta noche por tanto caminar.
Gratitud por este cansancio, por estas punzadas entre mis
dedos que me avisan que los tengo, que funcionan y que ya deben descansar
porque mañana deben volver a cumplir su objetivo de trasladar mi cuerpo de un
lado a otro.
Agotada la circunstancia, queda reflexionar en esto que solo
es Gratitud.
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