Señor





Cuando te digo “Señor”, mi voz va con intenciones de bañarte, me convierto en atrevida y descarada, aunque se que sabes que soy inofensiva.

Cuando te digo “Señor”, me cambia el sabor de los labios, mi lengua se pasea por ellos mostrando su apetito.

Cuando me hablas bajito, te digo “Señor” y es la hembra que habito la que te llama. “Señor” mientras cierras los ojos, “Señor” mientras vuela tu mente a mi lado, a secuestrarme.

“Señor” te digo, para no mencionar tu nombre y que no percibas la evidencia que teme mi silencio.

Así te digo para sentirme ciudadana recién nacida de tus ganas, de tus feudos.

Y me dejas, me recuperas, me salvas y callas, y me basta que seas ese “Señor”, como quien otorga el título de amo de alguna propiedad que, en mi caso, es impalpable.

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