Si alguien lo ve






Si llegasen a verlo, díganle que nunca he cambiado, que sigo siendo del mismo tamaño y que mi altura no alcanza el espacio que quiso elegir.
Si lo ven, háganle saber que mi amor es tierno, pero recio, inquebrantable, que mis brazos siempre tendrán el espacio exacto de su rostro para adormecerlo y que mi hombro espera paciente darle apoyo en sus fracasos.
Díganle también que mi pecho se va volviendo frío cuando lo pienso, que el cariño no es sustituible ni es igual para dos personas y que puede amarlo el mundo entero y que solo con el tiempo se aprende que hay cariños irremplazables.
Si lo ven cabal y responsable, no le hablen de mi dolor ante el silencio de su risa en los pasillos, de mi llanto al pasearme por sus cosas, de la herida que deja en mi alma el recuerdo de unos ojos que nunca me observaron con admiración, ni apreciaron mi esfuerzo.
Si lo ven cabizbajo y derrotado, tampoco le digan nada, no quisiera aumentar sus penas y sumar más melancolía a su desdicha.
Si así fuera, avísenme en el acto que, de lejos, trataré de darle le fuerza que le falta. Y, si es mucha, con cautela me acercaría a infundirle esa fortaleza que siempre le di y que olvidó el día en que creyó que, para ser hombre, había que excluir al mundo de su entorno.

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