El títere




En las últimas horas de una tarde de mayo, de sus primeros días, la feria ofrecía a sus transeúntes una gran variedad de objetos para llevar de recuerdo de su paso por el colorido festejo.Un fantoche con alma, tímidamente destilaba sonrisas con el fin caer gracioso y ser adquirido, dando fin a su inmensa soledad.

Del otro lado del mostrador, las niñas más codiciadas de la alta sociedad se paseaban hinchadas de lujos, exhibiendo hermosos ropajes.

Fue ella, la más caprichosa quien fijó su mirada en aquella marioneta que no parecía tener vida y cosiendo soledades, la obtuvo por unos cuantos centavos que no mermaban su nutrida billetera.

El muñeco creyó haber conseguido la libertad, se hizo ideas de abolir la soledad que lo invadía, sin embargo, cayó en una prisión aún más profunda.

Algún día, un hada se apareció y le vaticinó que si alguien con profundo amor lo rozaba, convertiría su alma en un don preciado y eso pensó aquel hermoso muñeco. Sin embargo, su actual dueña guardaba siempre su postura de ataque ante cualquier mueca que mostrara, le hizo renunciar a sus atributos y le asesinó lo más sublime que puede cargar un ser sobre sus hombros... el alma.

Así pues, el títere cambió su voluntad por un poco de presencia que mitigara su aislamiento del mundo, substituyó las sonrisas por las palabras oxidadas y nunca más por su mente pasearon los deseos de actuar por cuenta propia. Frases engrasadas de amargura, mordiscos y muecas de disgusto, y un castigo diario por pronunciar algún antojo miedoso.

El títere sigue allí, tirado por los hilos de la sociedad, ahogando los sueños de grandeza que solo conforman un poco de tranquilidad. Pero cómodo y seguro, sin riesgos, sin amenazas. Caliente duerme todas las noches bajo el manto de la soledad y consume sus miserias cada mañana en un desayuno que augura el martirio y la persecución a lo largo de los días.

Un día se asomó a la ventana y alcanzó a escuchar el sonido de la emancipación, claro, cristalino, atrayente, pero sus ambiciones de alcanzarla fueron mutiladas por la manipulación de su dueña, quien, en hábiles maniobras logró hacerle entender que no importa lo que el alma soporte, que las metas llegan solas y no hay nada que arriesgar, que los gestos de pesadumbre logran al final de los días ser parte de la costumbre y que la monotonía es el único camino seguro a seguir.


Comentarios

Anónimo dijo…
Mmmm que contundencia, no quiero ser marioneta de nada ni nadie, prefiero cortar los hilos y volar por la ventana, prefiero las inseguridades de la vida y ariesgarme!!.

Triste pero precioso relato.
Un beso.
Tere.

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