GAUDEAMUS





En esta casa ya nadie se santigua ni me alimento de los ritos.
Voy cuidando el jardín vecino, espantando la sombra con un periódico antiguo y procuro el silencio en cada estancia.
Este faro, alumbra perpendicular en la ventana de mi liberación, socava la oscuridad que otrora permití y la fe me acaricia cuando hago la celebración de mis jornadas.
Ya no lo busco. El Todo está en mí porque así me dispuse a recibirlo, como el Rey de reyes.
Trajo para este festín múltiples botellas que contienen pócimas. Ninguna es más celestial que el verbo que me deja sobre la mesa de mis demonios.
Y apacigua los días, con el sol de las sombras, doma el vértigo, el temor.
Nunca regreso vacía. Me ocupa.

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