Detrás del paraban



Déjame que te cuente de las horas tibias, del techo que habito. Aquí todo sigue como siempre, las persianas se entornan hacia arriba para evitar las luces fuertes, del salón provienen los pitidos de los pájaros a quienes le pongo granos de arroz en las mañanas.

Permíteme contarte del color de las paredes. Este si tuvo un cambio radical. Las pinté de ausencia y ahora las noches son para dormir. Las remembranzas han venido muchas veces a buscarme, insisten, se molestan si me niego a recibirles. Incluso el sábado y el domingo… y los días festivos. Les he dicho que estoy de asueto, que mis párpados están cansados, que ya no quiero asistir a ceremonia alguna.

Ayer regalé los últimos recuerdos, los mezclé con azúcar morena y un toque de canela en rama y los mandé de paseo. Me he vestido con ripias delgadas para evitar que el frío traspase los dedos de mis pies.En la cocina, el café se enfrió lo suficiente como para recordarte.

Tengo botellas enteras del mejor vino que quedaron a la espera de una celebración que prefirió quedarse suspendida en el tiempo y ya no lloro como antes.

Con la ganancia que obtuve de tus miserias pude adquirir un barril de fortaleza, ya no me enamoro ni hago dieta y a pesar de todo, he vuelto a sonreír con ganas.

Nadie es imprescindible, eso es cierto y la elección que hacemos del camino es directamente proporcional a nuestras expectativas.

Detrás del paraban, las cosas parecen estar en orden.

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