Los buitres no comen alpiste



Hace algunos años aprendí varias cosas acerca de las aves. Me intrigaban los hábitos de las águilas, aquello que las hace majestuosas, la habilidad de cazar que poseen. Admiré entonces lo que leí acerca del vuelo retrógrado del colibrí, único y sorprendente.

Me desconcertó la visión de las gaviotas, la destreza del pelícano y las manías de los pajaritos domésticos que tanta insistencia tiene la gente en encarcelarlos para observar como sus ojitos buscan la libertad a mitad del espacio que existe entre los barrotes de la jaula que ocupan y que sirve de hogar a tan indefensos pequeñuelos.

Aprendí también acerca de sus vicios para comer. La mayor sorpresa me la llevé con los buitres, inclementes aves traicioneras que no dudan en arremeter, aún en contra del instinto natural, contra quien les trata, incluso contra su misma especie.

Obviamente se juntan por solo por algún propósito salvaje y primitivo o si han de compartir la carroña que al mismo tiempo consiguen, pero lo curioso es que incluso en esos momentos son capaces de traicionarse y, si la carencia del alimento es extrema, se atreven hasta a devorarse entre ellos.Los buitres no confían en nada, ni en nadie, porque la deben, por su naturaleza, porque así están creados.

Supongo que es por equilibrio del planeta. No tiene caso exterminarlos porque entre ellos mismos cumplen con esta función.Los buitres no comen alpiste ni son amantes de las flores, ni gustan de los jardines.

Solo satisfacen la necesidad del momento, su objetivo específico sin importarles el método, lugar o circunstancia que los rodea.

Hay personas como el colibrí, como el águila, la gaviota o los pajarillos domésticos, pero también como los buitres que no comen alpiste, solo se entienden entre ellos y sin embargo se traicionan y son capaces de engullir su propia carroña.

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