Estatua

Como un pedrusco, esta estatua se quedó de cara al sol. Más de ocho mil gotas de lluvia cayeron sobre mi piedra rodando abajo, por un surco terco.
Y seguí con mi bestial sonrisa de blasón. No me quejé durante el tiempo de la espera. vi pasar los restos del equilibrio, secos, como la carne salada.
Mi voz, envenenada de absolutos indiferentes, rebanó las palabras. A solas, inmóvil, agotó suficientes lunas tu regreso.
Esta mueca de cemento comenzó a cuartearse hace minutos. La efigie de la espera se deshace en risas de burla de mí, un sarcasmo recién sacado del horno que no voy a ofrecerte nunca más.
Fui la primera en llegar a la cita de tu olvido y quizás, en el más allá vuelva a esperarte con el mismo rictus, con la misma lengua que gritó su amor en una plaza que albergó una estatua que agotó la expectativa por los besos tibios.

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