Eutanasia

Llegó la niebla, precedida por las garras de los pájaros negros. Bestias de otros, vestidas de taciturnas, tomaron posesión del cuerpo. En un cuenco de temores forasteros se efectuó mi diagnosis. Fatal pronóstico, inútil prescribir medicamentos, ni pócimas que mejorasen el padecimiento. Cíclico de crepúsculo a crepúsculo. Cualquier posible solución ha sido echada por tierra. Millones de complejos absurdos invadieron mis células.
Anunciada la defunción de mi presencia, no tuve remedio alternativo más que la propia inmolación, sin llegar a suicidio.
He buscado una vida menos perversa, ausente de temores, un lugar adecuado donde sembrar una pizca de felicidad. Pero en una sola palmada se ignoraron mis deseos y el regalo de mi vuelo fue bautizado como la solución salina que beben las putas ignorantes que buscan refugio, poco menos que una flecha que no encontró el blanco.
No se me permitió sedativo alguno para el dolor, por el contrario, las palabras absurdas fueron puestas en mi boca, mientras, del otro lado del mar, los colegas ríen al saber de mi dolencia.
Nunca existieron las excusas de peso que justificaran tal acción. A través de los años aprendí que el amor puede lograrlo todo. La vida de este amor apresurado se muere y la muerte se llenó de vida.
Los frascos de cariño y paciencia no llegaron a tiempo. Prefirieron la eutanasia.

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