Mosaicos

Piezas sueltas colocadas cuidadosamente en los muros de mi memoria. Pocas son las junturas que separan unos de otros, pequeños espacios como el tiempo entre las agujas de un reloj cuando se aproxima el momento de abrir un local, una caja fuerte, un colegio.
Tiempos como azulejos, cortos, que avanzan tan presurosos, con la brevedad de la pausa que hace un beso pequeño.
Tiempos y tejas hechas de frases diminutas como la medida entre tus pies y los míos al juntarse buscando roce y sensación.
Baldosas de lapsos que, muchas a la vez, logran decorar paredes, murallas sin otra consecuencia que un inocente instante que transcurre después de un encuentro.
Mayólicas puestas en la frontera, levantándose en un punto de la presencia, ahogando vanidades, respirando con inquietud el desespero al caer la noche, al sentir el trance.
Trozos de latidos que caen con fuerza y, en ese derrame decoran esas piezas, colorean desventuras.
Cerámicas de privilegios que llevo insignes a cuestas, que me permiten admirar la permanencia sin haber estado, la valentía de los insurrectos que, contra todo pronóstico logran ver dentro de los túneles de mi mente.
Lozas, de amores, de visiones del hoy que vivo, del libro de vida, pintadas a carboncillos, con figuras furiosas de algún caballero que probó doncellas con algunos trucos.
Mosaicos de gritos, de aquellos seguidores de artificios, de los que amortajan la vida en nombre del amor.
Mosaicos de cuentos, de protagonistas, mosaicos de mi.

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