Entre ceja y ceja

Te llevo entre ceja y ceja, en el penúltimo vello del extremo derecho.
Latente. Suspendido.
Arrugo la frente, te pienso ausente, lejano, frío.
Hace mucho asesiné tu memoria en un homenaje delicioso, acariciando lo poco que me permitiste quedarme.
Una docena de imbéciles han pretendido copiarte. Es inútil, no hay uno que se compare. Tampoco a tu elocuencia, a tus hábiles estrategias, a tu labia, a tu inconstancia.
Sin embargo estás allí, aún vigente, pese a mi, a mi progresión de métodos para olvidar, a esta ecuación sin resolver en la que todavía persisto.
Te paseas, miserable e ínfimo, sobre mis cejas, a cada paso que transito por esas calles añejas donde, furtivos, hacíamos coloquios y equilibrismos.
Me revuelco en estos corolarios y la suma da por resultado una mezcla de tus pupilas interfectas y ahora ajenas.
Si pudiera hallarte unas horas, vivirte y transitarte y luego albergar una amnesia permanente que no dejara pistas, ni cartografías evidentes, sin duda alguna me quemaría en el infierno con gusto. Con gusto… si.
Haría círculos de aire sobre tu cuerpo aunque el pecado me quemara luego la vida.
Con gusto, si.
Y luego olvidar.

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