Soborno
Me acuno allí. Lo habito y él lo sabe.
Me visto de laguna y le permito que despoje mis aguas y desnude este peligro consciente que se hace diminuto en el mínimo trayecto que hay de mi hasta él.
Ha dispuesto este lugar para mí. Construye la vigilia, donde mis versos resbalan en los costados de su espalda.
Me soborna. Lisonjea mis tacones y lo dejo que haga piruetas con sus besos de viento y me disperso más allá de una cintura para llevarlo lejos, tomando mi mano, donde la nada matizada de azules y blancos nos albergue.
En ese dominio, el mundo volverá a ser mío.
Me soborna. Y yo, me dejo sobornar.
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