Procedimiento para ignorar bienvenidas






Fue bienvenido a mi adultez mi amor de niña. En su ausencia remendé la derrota con puntadas grises y varios juicios finales me cubrieron de una miseria que supe desterrar mientras esperaba su llegada.
Fui guardando los recuerdos de besos escondidos en pliegos de seda que defendí de bandoleros cobradores de tributos.
Me pesa que me haya encontrado mansa y náufraga y que dentro me habite una fiera crecida en cautiverio esperando regresos inútiles.
Una tarde, disfrazada de lejanía simulada, me oculté bajo las gavetas de ollas lustrosas que procuraban caldos de clausura y postres de despecho.
La melancolía ganó las batallas durante un largo tiempo hasta que reaprendí los temblores que se sienten en los pasadizos oscuros de los amantes clandestinos.
Con una cautela felina, me fui desvistiendo del hastío, barnizando los miedos de cubiertas de higos melosos y dejé de hacer piruetas en cariños desahuciados.
Fuiste bienvenido, mi amor de niña y hasta creí que contigo era posible ventilar los anhelos guardados que siempre mendigué, esperándote…
Te libero, amor de niña, porque sólo nosotros tenemos la capacidad de decidir y asumir nuestro camino.
Ahora, como antes, el tiempo no es nuestro, el viento no estuvo a favor, ni tuvimos un sitio bajo el arco iris.

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