Todo está bien

Las cosas han cambiado, el tiempo se limpia de cenizas y yo sigo cazando eclipses de luna y jugando al espadachín con esos demonios que llevo dentro.
No te he contado como restriego los sueños, como un jardinero que extrae las malezas y va dejando sólo las buenas semillas. En general, estoy bien.
Ya no me doy permiso para soñar, he apuntalado mis pies, mis lindos pies en el concreto de la acera para no volar más alto que mi estatura, por eso todo está bien.
De brazos que se enroscaron, quedan recuerdos vagos que afloran con ciertas circunstancias, sin embargo ejecuto rápidamente la sustitución del pensamiento y voy logrando el objetivo.
He tenido que dejar la poesía por un tiempo (por eso todo está bien), para no divagar entre palabras que, inevitablemente me conducen a la apertura de cicatrices que trato de sanar.
Ahora podría convertirme en lo que siempre fui y creo que olvidé, se que todo es posible, se que los obstáculos no son más que maletas que nos imponemos y que basta dejarlas en el andén y partir sin ellas para que se produzcan milagros.
Cierro los ojos, los entorno hacia arriba y en profunda concentración, te juro que llego allí. Pasa que al llegar, ya no encuentro los brazos abiertos en señal de bienvenida.
Ahogué todas las frases que trepaban por su lengua y en mis muñecas quedan las suturas que servirán de huellas para lo que nunca quise ser.
Hago jugos de estrellas y ya no sangro por dentro, bostezo cuando recuerdo y termino con una sonrisa como consecuencia de las evocaciones, vale decir, solo remembranzas dulces. Nunca supe burlar a la soledad, por eso ni siquiera la enfrento.
No me clausuré, todo está bien. Tal vez, por eso todo está bien.

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